El paciente intranquilo

 

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Manolo Royo

 


 

Muchos, creo que todos, padecemos la misma sensación, la de que el hospital gana más con el parquin que con las consultas.

La misma alegría que nos produce cuando el doctor, por lo privado o lo público, nos da hora para dentro de un año, porque piensas: ¡Como mínimo tengo un año más de vida!

Otra cosa es cuando te envían las pruebas para junio y la consulta para marzo. Pero es cosa de los “desordenadores”.

Recuerdo mi cuerpo como el muñeco de Michelin, el aire se escapaba de los pulmones y me puse irreconocible, como si pesara 200 kilos. Nada, que no habían cerrado bien tras la extracción de un tumor en el mediastino y tuvieron que subirme de urgencia al quirófano para recolocarme la sonda, sin anestesia, y dejara de hincharme como una pelota.

Sólo temía eructar, o soltar esfínteres porque pensé: a ver si se comunican los gases y salgo volando.

 

¿Esta imagen la perderé o me quedaré así, doctor? Uno siempre pregunta desde la estupidez y la ignorancia. A ver, para ser paciente solo tienes que poner el cuerpo.

No, el aire lo reabsorberá la piel, dijo el cirujano que abandonó una cena de compromiso un domingo para cerrarme la ventolera él solito sin la ayuda de nadie.

Esto es, doctora, como cuando se te cae un santo del pedestal y se rompe; guarda su santidad, pero su imagen está rota.

Tráteme con delicadeza doctora, que soy una persona muy sensible. Por favor, solo les pido que no me mientan, no me digan que son tumores en el cuello, que no me palpa ni ausculta, cuando se trata de un tiroides multinodular. ¡Eso es lo que ven endocrinos del Puerta de Hierro!

Esta vez en la consulta está acompañada por otro doctor, tocayo, viene para que le firme unos papeles y volver a entrar en el “ensayo” del que salí de ese hospital tras estar 55 días en coma en la Quirón de Pozuelo, con una doble neumonía, una parada cardiaca, un ictus, un infarto y la extremaunción. Del que estaré eternamente agradecido al equipo médico y sanitarios que me atendieron hasta devolverme a la vida.

Ya no tengo el linfoma del manto, desapareció, se fue con el Covid en febrero de 2022 como lo hizo el cáncer de próstata.

En la analítica de sangre (esa que hay que solicitar autorización a la compañía aseguradora, que debe de estar de mí hasta las narices), no aparece ninguna célula cancerígena en la sangre. ¡Ninguna! por eso no entiendo el por qué he de someterme cada seis meses a un PET TAC, del que me siento irradiado y, a repetir la analítica que siempre dice lo mismo afortunadamente.

Tal vez con una vez al año valdría, como hacen con el control del (PSA). Bueno, y lo del marcapasos me convierte en un juguete, pendiente de las pilas.

Ya digo.

Manolo Royo, humorista www.manolo-royo.com

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